En mi casa tengo un árbol de cerezas. Este árbol da fruto de forma anual, pero la cosecha dura solamente una semana. Después de esa semana, las cerezas comienzan a pudrirse, incluso estando todavía en el árbol. Sin embargo, el árbol no se lamenta por dar fruto solo por poco tiempo. No le reclama a Dios por solo dar fruto una semana; vive de acuerdo con su propósito: dar mucho fruto durante esa semana. Hay otros árboles que dan fruto durante más tiempo, e incluso algunos lo hacen todo el año.
El que se queja y lamenta que la cosecha es por poco tiempo soy yo. Pero el árbol está cumpliendo el propósito para el cual fue creado: dar fruto, a pesar de la corta duración. El Señor espera que tú hagas algo con lo que se te ha dado, como el árbol de cerezas. Que lo hagas producir fruto, que lo multipliques.
En la parábola de los tres siervos o de los talentos, vemos al Señor entregándole a cada uno de ellos diferentes cantidades de talentos (monedas) al irse de viaje. Al volver, les pide cuentas del fruto de lo que les dio.
“Por último, se presentó el siervo que tenía una sola bolsa de plata y dijo: ‘Amo, yo sabía que usted era un hombre severo, que cosecha lo que no sembró y recoge las cosechas que no cultivó. Tenía miedo de perder su dinero, así que lo escondí en la tierra. Mire, aquí está su dinero de vuelta’. Pero el amo le respondió: ‘¡Siervo perverso y perezoso! Si sabías que cosechaba lo que no sembré y recogía lo que no cultivé, ¿por qué no depositaste mi dinero en el banco? Al menos hubiera podido obtener algún interés de él’” (Mateo 25:24-27 NTV).
Dios no te entregó algo sin esperar nada a cambio. A cada quien le pedirá cuentas de acuerdo con lo que se le entregó, según las capacidades de cada uno. ¿Qué te entregó a ti? Lo que Él te entregó no era ni es tuyo; es de Él, y Él pedirá lo suyo.
¿Te entregó la capacidad de hacer dinero? ¿De cantar? ¿De escribir? ¿De hablar? ¿De escuchar? ¿De aconsejar? ¿De pintar? ¿Te dio una casa? ¿Un carro? ¿Qué estás haciendo con todo eso que Él te entregó?
Mi árbol de cerezas es solo un árbol, pero ofrece abundantemente su fruto. Muchas personas que han llegado a mi casa han tomado cerezas del árbol y las han comido. Así es con el talento o don que Dios te ha dado: es para que lo disfruten otras personas. Dios te dio un don, pero eres tú quien decide perfeccionarlo, multiplicarlo, administrarlo y distribuirlo a otros. Ese don proviene y es de Dios, y nos pedirá cuentas de lo que hicimos con él.
Dios nos ha dado cantidad de recursos, bienes y habilidades, pero no son para nosotros, son para ponerlos al servicio de nuestros semejantes. Así que deberíamos preguntarnos: ¿Estoy multiplicando, haciendo rendir, potencializando lo que Dios me ha dado? Recordemos que se trata de compartir, no enterremos lo que se nos fue entregado.
Escrito por Víctor Preza, basado en la prédica del día 22/06/2024.
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