Estudios revelan que nos convertimos en el promedio de las 5 personas con las que más nos relacionamos. Como hijos de Dios, estamos llamados a reflejar su imagen y a cumplir el propósito que Él ha determinado para nuestras vidas. Sin embargo, debemos ser conscientes de que existe un enemigo que, a toda costa, intentará interponerse para que este propósito no se cumpla.
En la historia de Sansón, narrada en el libro de Jueces, se nos cuenta que terminó perdiendo su visión al quedar ciego. Aunque esto ocurrió en un aspecto físico, creo que lo que Dios realmente quiere mostrarnos es que, al corromperse y desobedecer a Dios, Sansón perdió la visión de su propósito y se apartó de Él.
Es de suma importancia tener claro con quién nos relacionamos, ya que, muchas veces, incluso hermanos en la fe, bien intencionados, pueden desviarnos de nuestro propósito de vida. En la Biblia encontramos ejemplos como los fariseos y los saduceos, quienes conocían la palabra de Dios e incluso la enseñaban, pero según su propia interpretación o para su propio beneficio.
Como creyentes, debemos ser radicales en nuestros valores y principios, y por ningún motivo estos deben ser negociables. Jesús nos lo dejó claro cuando, en una ocasión mientras enseñaba, algunos de sus discípulos se acercaron para decirle que su madre y sus hermanos estaban afuera. Él respondió: "Mi madre y mis hermanos son los que hacen la voluntad de mi Padre" (Mateo 12:50).
¿A quién frecuentas? ¿Con quién caminas? ¿Qué lugares visitas y con quién?
No te dejes engañar por aquellos que dicen lo contrario, porque «las malas compañías corrompen el buen carácter» (1 Corintios 15:33 NTV).
Escrito por Wilmer López, basado en la prédica del 7/diciembre/2024
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