El mundo entero ha celebrado o, mejor dicho, ha recordado con fervor la resurrección del Señor Jesús. Durante toda una semana, muchos han reflexionado sobre el sacrificio de Jesús en la cruz, su muerte, sepultura y su gloriosa resurrección al tercer día. Sin embargo, para nosotros, que reconocemos nuestra filiación como hijos suyos, este evento trasciende la mera historicidad. Lo consideramos el supremo acto de amor de un Padre hacia sus hijos: la entrega de la vida de su propio hijo Jesús para que la humanidad sea redimida de la eterna separación de Él.
"El ángel dijo a las mujeres: 'No tengan miedo; sé que ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como dijo. Vengan a ver el lugar donde lo pusieron.'" (Mateo 28:5-6 NVI)
Jesús fue levantado de la tumba por el poder del Espíritu Santo. Fue el Espíritu Santo quien infundió nueva vida en Él y lo rescató de la muerte. Este mismo Espíritu Santo sigue obrando hoy en día, trayendo vida y resurrección tanto a ti como a mí.
Sin embargo, para que tú y yo podamos experimentar esta vida en plenitud en este momento, algo en nosotros debe morir y resucitar. Puede ser que aún haya aspectos de nuestras vidas que no han experimentado esta resurrección completa. Debemos estar dispuestos a dejar morir completamente aquello que impide el fluir del Espíritu Santo en nosotros.
Quizás sea nuestro orgullo, que debe morir para que la humildad brote en nuestras vidas. O tal vez nuestras finanzas estén estancadas debido a nuestra falta de generosidad y solidaridad con los demás. En el ámbito de las relaciones, puede ser que nuestra pareja se encuentre en una situación de estancamiento, y ello se deba a nuestro propio orgullo y egocentrismo. Es necesario renunciar a todo esto para que pueda surgir una nueva vida en nuestro matrimonio.
El mismo Espíritu Santo que resucitó a Jesús de entre los muertos anhela obrar también en nuestras vidas. Sin embargo, ¿qué está impidiendo que esto suceda? La respuesta yace en cada uno de nosotros. Debemos morir a nuestra vieja forma de pensar y de actuar, y permitir que Él obre en nosotros con plenitud.
Escrito por Víctor Preza basado en la prédica del día 27/03/2024
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