En la era actual, la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en un componente cotidiano de nuestras vidas. Desde dispositivos conectados a internet que controlan nuestros hogares hasta aplicaciones que realizan análisis financieros o hasta personas que exploran la idea de casarse con un holograma de IA, su presencia es innegable. Sin embargo, ¿qué estamos sacrificando en este avance tecnológico?
La IA, por más sofisticada que sea, carece de algo fundamental que nos define como seres humanos: el alma. En un mundo inundado de dispositivos y algoritmos, corremos el riesgo de alejarnos de lo que realmente nos hace humanos: el amor, la empatÃa y el sacrificio por otros.
El verdadero amor implica dar la vida por los demás, algo que ninguna máquina, por más avanzada que sea, podrá replicar. Este concepto, arraigado en nuestra esencia misma, nos distingue de las creaciones tecnológicas. Como se menciona en 1 Juan 3:16, el amor verdadero se demuestra a través del sacrificio, una cualidad intrÃnseca a la humanidad.
A pesar de los avances tecnológicos, debemos recordar que nuestra alma es lo más preciado que poseemos. Es nuestro vÃnculo con lo divino, y es esencial protegerlo y nutrirlo. Mientras que las máquinas pueden ser reparadas o reemplazadas, nuestra alma es única e irremplazable, y su conexión con lo divino determina nuestra verdadera existencia.
Por tanto, en medio de esta era digital, no podemos permitir que la IA nos aleje de nuestra humanidad. Debemos mantenernos arraigados en el amor, la compasión y el cuidado por los demás, recordando siempre que lo que nos hace humanos va más allá de la tecnologÃa.
Escrito por VÃctor Preza basado en la prédica del dÃa 27/04/2024