
Cuando hablamos de luz y tinieblas, nuestra mente evoca imágenes de resplandor y oscuridad; pensamos en el día y la noche y creamos una atmósfera de algo externo. Sin embargo, al referirnos al reino de la luz y al reino de las tinieblas, es crucial entender que estos dos reinos se desarrollan dentro de nosotros. Ambos coexisten, pero siempre hay uno que prevalece.
Cuando mencionamos el "mundo", nos referimos al sistema que nos gobierna, y las Sagradas Escrituras nos aclaran que Satanás es el príncipe de este sistema (Juan 14:30). De hecho, Jesús, consciente de esta realidad, oró:
“No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno. Al igual que yo, ellos no pertenecen a este mundo. Hazlos santos con tu verdad; enséñales tu palabra, la cual es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo los envío al mundo.” (Juan 17:15-18 NTV)
Jesús sabía que podríamos contaminarnos, como de hecho ha ocurrido y sigue ocurriendo. ¿Cuántos de nosotros, a pesar de profesar ser hijos de Dios, estamos esclavizados por este sistema?
Reflexionemos sobre nuestros matrimonios: ¿son guiados por las enseñanzas del mundo o por las de Dios? ¿Cómo manejamos nuestras finanzas? ¿De acuerdo con lo que dice el mundo o con lo que dice Dios? ¿Para qué estudiamos y nos profesionalizamos?
Examinemos la música actual. ¿Has analizado sus letras, las vestimentas de los artistas, sus bailes? Ellos acumulan fortunas, pero, ¿a quién sirven realmente? Es triste ver que muchos que se llaman hijos de Dios también son simpatizantes de este mundo.
Y si observamos sus vidas personales, ¿qué ejemplo ofrecen? Es lo que la cultura actual promueve, dirás. Esa cultura de las tinieblas alimenta la soberbia, la arrogancia, el orgullo, la altivez, el egoísmo, la envidia, los celos, el engaño, entre otros.
Recuerda que en el sistema del mundo reina la carne, mientras que en el sistema de Dios reina el espíritu. La riqueza en el mundo te esclaviza; la riqueza en Dios te libera. Como dice Juan 8:32: “Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.” Esto nos muestra que la esclavitud siempre está presente en nuestras vidas.
La pregunta es: ¿eres libre? Es momento de renunciar a la escasez, la miseria, y la pobreza; no solo en términos de dinero, sino de mentalidad.
Romanos 12:2 nos exhorta: “No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo; más bien, dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.”
Escrito por Wilmer López, basado en la prédica del 26 de octubre de 2024.
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