Es un dicho muy popular en Latinoamérica que hace referencia a una persona que cambia constantemente de opinión, de acción o de mantenerse firme en sus convicciones. También puede aludir a aquellos que son fácilmente influenciados por otros, incluso cambiando sus propias creencias o fe.
La semana pasada hablamos sobre el tema de "permanecer". En el libro de Santiago, el Señor nos advierte acerca de no ser inestables como las olas del mar, que van y vienen.
A menudo, como amigos, nos frustramos cuando tenemos que lidiar con personas inestables. Aquellos que dicen "sí" y luego "no", que se comprometen y luego se echan para atrás, que prometen algo y luego se retractan.
Por eso, el Señor, conociendo la naturaleza humana, nos dejó una valiosa recomendación:
"Cuando se la pidan, asegúrense de que su fe sea solamente en Dios, y no duden, porque una persona que duda tiene la lealtad dividida y es tan inestable como una ola del mar que el viento arrastra y empuja de un lado a otro. Esas personas no deberían esperar nada del Señor." Santiago 1:6-7 NTV
Este versículo es muy contundente, ya que nos dice que ni siquiera deberíamos esperar algo de parte del Señor si somos inestables.
En el capítulo final de Santiago, el apóstol también nos aconseja:
"Pero sobre todo, hermanos míos, nunca juren por el cielo ni por la tierra ni por ninguna otra cosa. Simplemente digan 'sí' o 'no', para que no pequen y sean condenados." Santiago 5:12 NTV
Aquí también se habla de la importancia de no ser indecisos, de que nuestro "sí" sea realmente "sí" y nuestro "no" sea "no", para evitar el pecado y sus consecuencias. Cuando somos inestables, nuestra lealtad se encuentra dividida.
Al no permanecer firmes en la Palabra de Dios, nuestra vida diaria puede ir en contra de lo que Él desea para nosotros, y no cumplir con Su propósito en la tierra. Esa lealtad dividida nos condena. Somos como esas olas del mar, inestables y cambiantes. Vivir de esa manera significa que no debemos esperar que el Señor nos conceda algo. La misma Biblia dice: "No esperen nada del Señor".
O estamos con Cristo, y sumamos, o estamos contra Él, y restamos. Si sumamos con Cristo, recibiremos todas las promesas para los que creen en Él. Pero si restamos, no debemos esperar nada de Él, o quizá esperar un castigo, no porque Dios sea un castigador, sino porque el castigo es la consecuencia natural de nuestras decisiones.
Para reflexionar en este día, decidamos no ser fluctuantes en lo que decidimos y hacemos. Pongamos nuestra fe en Dios, nuestro Padre, quien es nuestra roca firme.
Escrito por Víctor Preza basado en la prédica del día 09/11/2024
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