Hace 28 años, cuando mi esposo y yo decidimos casarnos, fuimos juntos a comprar los materiales para mi vestido de novia: satines, encajes y adornos. Mi suegra, que era modista, lo confeccionó a mano, pero necesitó la ayuda de su hijo -mi novio en ese entonces- para coser el ruedo. Sin embargo, él nunca vio el diseño del vestido, ya que para mantener la tradición de que el novio no vea el vestido antes de la boda, el vestido estaba guardado en una bolsa negra grande, y él solo sacaba las partes que iba cosiendo. De esta manera, mi esposo no solo pagó el vestido, sino que también participó en su elaboración.
La Biblia dice: "A ella [la esposa del Cordero] se le ha concedido vestirse del lino blanco y puro de la más alta calidad, pues el lino de la más alta calidad representa las buenas acciones del pueblo santo de Dios" (Apocalipsis 19:8, NTV).
Jesús escogió a su novia, la Iglesia, conformada por todos los creyentes, y le preparó un vestido de lino fino. Las Escrituras afirman que este lino fino simboliza las buenas acciones de las personas. A simple vista, podríamos decir que los creyentes son los responsables de confeccionar este vestido con sus propias acciones, pero esto pasaría por alto el sacrificio de Jesús. Como también dice la Palabra: "No hay ni un solo justo, ni siquiera uno. Todos se desviaron, todos se volvieron inútiles. No hay ni uno que haga lo bueno, ni uno solo" (Romanos 3:10,12 NTV).
Sin embargo, por su gracia, Dios nos declara justos a través de Cristo Jesús, quien nos liberó del castigo de nuestros pecados (Romanos 3:24 NTV). Las personas son declaradas justas ante Dios cuando creen que Jesús sacrificó su vida al derramar su sangre (Romanos 3:25 NTV).
Jesús, como el novio, escogió y purificó a su novia para recibirla como esposa. ¿Qué buenas acciones podemos hacer sin Él? ¿De qué podríamos jactarnos? De ninguna. Si nuestro "vestido de novia" estará blanco y listo para casarnos con Él, será solo porque le hemos permitido limpiarnos.
Jesús ya lo hizo todo, pero la decisión es nuestra: aceptar el proceso de purificación para presentarnos ante Él como una novia gloriosa, sin mancha ni arruga, ni ningún otro defecto (Efesios 5:27).
Escrito por Celia Guevara de Preza, basado en la prédica del 28 de septiembre de 2024.
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